¿Quién es dueño de los versos de Bohórquez?
Pero / he aquí /que Abigael Bohórquez
tiene que vivir/ A como dé lugar…
Desierto mayor (1980)
En 1995, Abigael Bohórquez, uno de los poetas pilares de las letras mexicanas del siglo XX, murió en el olvido de los círculos académicos e intelectuales. En 2016, el Instituto Sonorense de la Cultura (ISC) publicó una edición de 700 páginas que recopila toda su obra poética: Poesía reunida e inédita; esto con el objetivo de “honrar su legado” y, de cierta manera, sacarlo del ostracismo que mantuvo en vida. Sin embargo, debido a la pobre distribución y a los precios, tanto en su momento como en la actualidad, resulta prácticamente imposible hacerse de un ejemplar.
Hace unos días, este libro del Poeta Mayor de Sonora reabrió un tópico frecuente y polémico en redes sociales: el de la libre difusión de la literatura y los derechos de autor. Lo anterior debido a la acción, — heroica para algunos, infame para otros — que llevó a cabo La pirateca, una plataforma sin ánimos de lucro que se dedicada a difundir versiones electrónicas de obras difíciles de conseguir: “Resistimos expropiando, liberando, ‘robando’, pirateando, recordando, devolviendo el conocimiento y la cultura a su auténtico dueño: a todxs nosotrxs.”
Este colectivo se encargó de crear una versión digitalizada del libro, misma que puso a disposición de los internautas en su página web. De esta manera, viejos conocedores del poeta caborquense tuvieron la oportunidad de reencontrarse con sus versos y muchos otros nuevos lectores descubrieron las letras de un autor que, como señala Bruno Ríos, “…estuvo fuera de circulación oficial por casi dos décadas” (2021, párr. 4 ). Las consecuencias ante el acto no se hicieron esperar: La pirateca recibió amenazas de demanda por parte de los editores y sus perfiles de Telegram e Instagram fueron desactivados.
¿Realmente es una vileza poner a disposición de los poquísimos lectores de poesía en México una de las obras más relevantes y desconocidas del siglo pasado? Puede ser todo lo contrario. Abhishek Nagaraj e Imke Reimers, autores de Digitization and the Demand for Physical Works: Evidence from the Google Books Project, hicieron una investigación en la red de bibliotecas de Harvard donde documentaron que la digitalización de los libros aumentó en alrededor del 35% la venta de ejemplares físicos, especialmente de las obras no tan populares o difíciles de encontrar (2020).
La digitalización del libro y las disputas en redes también tuvieron otro efecto. La librería Pequebú, dirigida por Hermes Ceniceros, publicó el siguiente tweet:
Tenemos varios ejemplares de la antología de Abigael editada por el @ISCsonora, y en vista de la ceguera de académicos que se creen dueños de la obra del poeta, nosotros respondemos con un 40% descuentos a quienes lleguen con el libro descargado de @la_pirateca.
Por si fuera poco, Hermes Ceniceros también explicó que “El acceso gratuito a la versión digital no le afecta económicamente a nadie porque las regalías ya las pagó el Estado tanto al editor como a los herederos del poeta.” (párr. 6, 2021)
Estas posturas por parte de los conocedores de la obra del autor Sonorense y de quienes demuestran estar comprometidos firmemente con su distribución dejan a la audiencia con varias preguntas: ¿No resulta mezquino pretender aprovecharse a como dé lugar de la obra de un autor so pretexto de su rescate? ¿Los recursos públicos destinados a la edición del libro tenían como objetivo mantener marginado, embodegado, olvidado y lejos de sus lectores a Bohórquez?
La situación de Abigael quizá recuerde vagamente a Luis Zapata, el escritor que inauguró la literatura LGBT en México con su, en ese entonces modernísima, novela El vampiro de la Colonia Roma. Obra que ha sido editada y reimpresa, por lo menos una decena de veces, por la editorial transnacional Penguin Random House. En octubre del año pasado, la poeta Odette Alonso anunciaba vía twitter que el traductor y novelista se encontraba hospitalizado y en estado crítico después de sufrir un infarto y se hacía una colecta para solventar los gastos médicos.
Zapata murió unos días después, también en una suerte de desamparo a pesar de ser una figura mítica para la literatura homosexual en todo el continente. Al triste evento le siguieron reportajes, homenajes, reseñas y estudios críticos de su obra y las ventas de su libro (sus varios libros) se dispararon.
La apertura al diálogo sobre temas como estos nos regala momentos de reflexión que debemos aprovechar. Más allá de la polémica, valdría la pena preguntarnos cuáles actitudes podemos tomar los lectores ante problemas como las injusticias del mercado editorial, los porcentajes de ganancia de los autores (en vida, porque ya nadie quiere ser Van Gogh) y la falta de difusión de la lectura en nuestro país.
A fin de cuentas, ¿a quién pertenece la obra de los escritores? ¿A las editoriales? ¿A los académicos que los estudian? Abigael Bohórquez tiene que vivir. La pirateca lo tuvo muy claro: a como dé lugar. Y, ¿en dónde vive un autor sino en sus lectores?
Por Andrea Avelar